Buenos Aires - 2017
152 páginas / 14 x 20
traducción de Aníbal Cristobo
ISBN 978-987-3760-72-3
EVITAR
Evitar a Pitágoras. Evitar al Pitágoras de los Números.
Evitar al Pitágoras de los números en el centro del cuerpo.
Entender a PITÁGORAS
Entender a PITÁGORAS más allá de los números
Entender a PITÁGORAS más allá de los números en el centro del corazón en el centro del cuerpo
PITÁGORAS fuera del codo de la piel del movimiento de la chispa del susto.
Pitágoras fuera de la seducción del CUERPO y de la enfermedad del CUERPO.
Pitágoras dentro del cielo de la cabeza de la Furia.
Pitágoras dentro de la luz que enciende la noche por dentro de la luz que enciende la noche por dentro.
Evitar amar entender a PITÁGORAS.
El cuerpo debe al mismo tiempo, en el mismo momento, evitar amar y entender.
EL POEMA, UN CUERPO QUE DANZA, Prólogo por Júlia Studart
LA ESCRITURA COMO CUERPO EN MOVIMIENTO, por Silvina Friera
El aguijón de la vacilación respira en el poema. La letra mayúscula deviene epifanía óptica. La minúscula al principio –en el lugar menos esperado o reglado– es una manera de prescindir de la corrección ortográfica y de expresar que las palabras también se mueven, se estiran, se elevan por encima del suelo de la página. “psicoanálisis del Movimiento: quién está loco y en qué parte/ del Cuerpo./ ¿cuál es el espacio loco? ¿cuál es el órgano loco?”. La perplejidad que genera el “no saber”, el no tener una respuesta, ni siquiera el consuelo falaz de un balbuceo, es una forma de belleza que produce la escritura del angoleño Gonçalo M. Tavares en El libro de la danza –su primer libro publicado originalmente en 2001–, edición bilingüe de Zindo & Gafuri con la colaboración de Kriller 71, traducido por Aníbal Cristobo y con prólogo de Júlia Studart. La modesta certeza que exuda este libro –cuyo subtítulo “Proyecto para una poética del movimiento” condensa la tentativa de una política de la escritura– es que el poema es un cuerpo que danza. “¡Tavares no tiene derecho a escribir tan bien: dan ganas de pegarle!”, dijo José Saramago, quien además pronosticó que el poeta, narrador, ensayista y dramaturgo en lengua portuguesa está destinado a ganar el Nobel de Literatura.
Tavares (Luanda, 1970) se tapa los oídos, toma distancia del mundanal ruido, desconfía de la desmesura de los elogios y no pierde el tiempo con cuestiones externas porque lo que solo le importa es escribir. Y no tiene ninguna prisa ni ansiedad por publicar. Tenía 31 años cuando salió El libro de la danza, casi un “viejo” para la velocidad y voracidad de la maquinaria editorial. “De cualquier modo la danza es imaginar música Producida por/ el cuerpo para ser entendida de manera calma por los Muertos/ y por el cielo”, se lee en uno de los poemas de este libro que originalmente, cuando se editó en 2001, estaba dividido y numerado en 114 fragmentos. En el prólogo, Studart advierte que esta forma –ya no está numerado, sino que cada poema tiene un título y está organizado a partir de un sumario que no aparece en la primera edición– tiene que ver con lo que el autor parece desarrollar como política de escritura: “la literatura como un cuerpo bailarín que oscila entre la ficción, el ensayo y la anotación y, principalmente, como un pensamiento sucesivo que viene de un pasado reminiscente y se lanza hacia el presente. Un método de excavación arqueológica del texto que se da a través de repeticiones incesantes, de ideas sobre el cuerpo y de resistencias en el mundo ahora, cuando la literatura también llega como un movimiento arqueológico de colisión con el espacio”.
Como poeta, como narrador, Tavares cultiva y perfecciona, libro tras libro, una concepción: la literatura es un lugar de resistencia del lenguaje. El autor de Aprender a rezar en la era de la técnica (Letranómada) –novela que integra la tetralogía de El Reino junto con Un hombre: Klaus Klump, La máquina de Joseph Walser y Jerusalén– procura encontrar la palabra precisa que concentre simultáneamente claridad y ambigüedad de forma que suene tan “natural” como este primer verso revelador: “Lo importante de la respiración es el modo en que parece no existir”. El poeta-bailarín ensaya con el poema, que es un cuerpo que ensaya, y al hacerlo experimenta con la repetición, el decir que se reitera y ya no dice exactamente lo mismo, como si se entrenara a la par en la acción de escribir y en la reflexión crítica; ensayar pensamientos como si fueran coreografías que se reescriben incesantemente en un espacio circular. “El cuerpo es obediente y quien manda es el oxígeno./ Danzar es agradecer a lo invisible que nos alimenta./ El cuerpo es el hijo dependiente del Espacio./ Danzar es el ritual de la aceptación del Antepasado./ El cuerpo obedece al oxígeno”.
“¿Cuándo comienza la poética?”, se pregunta Tavares en uno de los poemas que danza al borde del abismo de un “diálogo riguroso”. La perspectiva crítica habilita la emergencia de movimientos irónicos, como cuando se bosqueja como probable respuesta que “la poética comienza cuando imaginamos que los otros son ciegos”. En el prólogo, Studart plantea una interpretación. “La idea de Tavares es la de una escritura que pueda danzar porque sería practicada por un espíritu libre. La posibilidad de danzar como una resistencia al movimiento vulgar, una desobediencia y una potencia dionisíaca”. Las obras del escritor angoleño han sido publicadas en más de 45 países, y ha ganado premios literarios importantes en lengua portuguesa como el Portugal Telecom dos veces, en 2007 y 2011, y el José Saramago 2005, entre otros.
El “Bailarín sutil” despliega una “recomendación útil”, tan perturbadora como necesaria, en uno de sus poemas: “El espacio tiene que ser bajo los pies como el objeto frágil en las manos del borracho”.
PAGINA 12
TAVARES Y EL LIBRO DE LA DANZA, por Santiago García Tirado
VAS A BAILAR, BAILAR, por Pablo Queralt
en: Yves Poetry Club
Un libro que se mueve, nos remite a un ritmo, las bradi y taquicardias en la voz del autor que hace una marca del terreno donde se mueve. Sabe contarnos de sus disritmias y sus momentos de lucidez. “La historia de la danza no es no puede ser el recorrido de los movimientos trazado del suelo”. A un poeta que le interesa lo etéreo, toma al poema como el aire para ser remontado, esa es su danza: la de los pájaros haciendo su coreografía de vuelo. La máquina es la fuerza que impulsa a la acción, el deseo, las aversiones, el temor, el amor –odio, alegría-tristeza todos los tándems que mueven al ser y son la DANZA. La única técnica es el alma, por y para quién volamos como una unidad, la de esos pájaros (albatros, patos, cornejas) que vuelan en v de modo de resistir mejor la densidad viento/aire y poder volar como una unidad, de modo que el primero orienta, timonea y el resto va haciendo fuerza para que la experiencia, la vida del alma, el volar sea agradable con menos desgaste y compartida en ese todo.
Existe una música en este volar y es la del cuerpo al desplazar su forma libre, no esclava para que se continúe con el ritmo, la danza, en el músculo, el corazón al mismo tiempo la sangre circulando por venas y arterias. Nos dice este libro que nada es posible sin la danza, el ritmo, ese intercambio que nos hace vivos.
El cuerpo y su fantasma como una forma de estar y no estar, un serpentear entre las sutilezas cuando esa energía se desplaza dentro o fuera de la materia, ese ir más allá del descubrimiento, en una inmovilidad aparente que es movilidad, reconocer lo que no se sabía existía. Dice “el cuerpo debe SER entonces la botánica en el límite del agua” el cuerpo es agua, su mayor porcentaje y el ser usa esa danza del cuerpo para hacer su experiencia ¿es que yo me conozco?
Nos plantea todas las posibilidades existenciales como un filósofo andando los paisajes de la poesía, es ser en el ser centro del blanco, ese blanco vacío para ser llenado, página resuelta en ese “volver loco al suelo para que la atmósfera pueda dar consejos” esa es su forma de conocer, el camino por donde nos lleva con sutilezas este libro de la danza. Es un dribbling permanente y simultáneo completando su abanico de formas un “echar sal en la propia carne y ofrecerse al banquete”, solo se espera la llegada de Platón, Plotino y sus seguidores, el banquete esta servido. La nueva idea de quién danza es aceptarse, la aceptación, somos humanos y nos pasan cosas pero a pesar de las fracturas y las neurosis hay que dejar que los huesos
respiren, respiro siento y amo como ley fundamental, yo soy. Eso es tener raíces gordas.
Como que la respiración parece no existir igual que el ser y allí esta la verdad. El corazón es lo bello, no debe pasar el pensamiento el puente dejemos respirar al corazón con sus piernas cortas que alcance el cielo alto, parece decirnos arrojar a las personas al secreto, no secretos a la persona como una concepción corpórea del asunto y el cuerpo es la tierra secreta por tanto divino por que es tierra y soplo y aire que vienen del todo, es el todo. El libro va en una cadencia de vacío-llenado ese es el ritmo de la danza, uno se vacía para permitir la entrada del nuevo conocimiento. Pero no va de un polo a otro, sino que pasa por todos los elementos que rigen la vida: tierra, agua, fuego, madera, metal, de tal forma que conforma a lo largo de los poemas una suerte de vueltas de mándala que nos informa de algo que el poeta quiere transmitir. Si observamos la acepción y significado de la palabra danza vemos que se diferencia a la de baile, por ejemplo en la disco se le dice baile, y danza se asocia más a un trasfondo cultural o folclórico, en definitiva transmite un saber, un conocimiento que es lo que hace este libro de la danza. Con sus máximas prohibir la memoria, que la inteligencia sea bella, o sea usada para nuestras propias construcciones y no para las construcciones de la mente, miedo, tristeza, culpas. La danza no tiene memoria dice el autor, El cuerpo comienza ahora en el momento en que termina. Podríamos decir Carpe diem o vivir el presente que es lo único que existe, ya que pasado y futuro son meras elucubraciones de la mente, como manifiestan casi todos los maestros espirituales. Es una danza de la energía en la materia, la del compuesto sustancial completo cuerpo, mente y espíritu.
Danzar a pesar de las averías, las ideas viene de afuera, de adentro? Las evidentes vienen de afuera, las profundas de adentro, aclara el autor.
Personifica los órganos con su existencia el corazón es el último órgano. Después esta la muerte.
Sigue arrojando sus máximas “cada movimiento debe aumentar el prestigio del cuerpo” respetar el movimiento de las células, como unidad de movimiento, de vida que el átomo no sea perezoso, allí esta la unidad de conocimiento de la vida de conocerse uno mismo.
Gastar las velitas en cada cumpleaños del cuerpo cuyo movimiento cae solo con la caída de la imaginación en ese gastar. Y allí el cuerpo arriesga o colecciona? Nos dice el autor solo coleccionar imposibles.
Y finalmente “la felicidad es más importante que la realidad”, todo es movimiento, “el muerto ocupa la muerte el vivo la habitación provisoria, destruir la hipótesis de la fotografía: el cuerpo debe ser más rápido que la imagen.”
libro de la danza- goncalo m. tavares. Editorial zindo&gafuri – traducción Aníbal Cristobo. 2017.
yvespoetryclub.blogspot.com