Buenos Aires - 2015
68 páginas / 14 x 20
ISBN 978-987-3760-16-7
durante mucho tiempo fueron juntos por el mismo camino. a veces juntosjuntos y a veces juntos cada uno. no es que estuvieran pegados como, por ejemplo, tenemos pegados los brazos al cuerpo. no era así. les gustaba aquel camino y les gustaba transitarlo juntos.
hache lloró. mucho. llorar mucho también es llorar sin lágrimas sin ruido y sin palabras. y mucho tiempo. en estos casos el tiempo no es el mismo que el tiempo de cuando se vive y se llora un poco. también pensó bastante. y miró incontables veces el sendero aquel que se abría a la derecha. como si al mirarlo pudiera comprender. o como si mirándolo pudiera ver su espalda otra vez.
Entre cientos o trescientas, el hiato tembloroso de pronunciarse/Prólogo por Romina Freschi
Las aliadas, las bellas, las enemigas palabras, por Analía Pinto
Hay textos que nos invitan a morar largamente en sus páginas, como si estuviéramos de vacaciones y dispusiéramos de todo el tiempo del mundo. Nos invitan con sutiles aspavientos, nos susurran, nos seducen y nosotros nos dejamos seducir, nos abandonamos a su embrujo. Son esos libros que se leen o bien de un tirón o bien saboreando cada renglón y deseando que la palabra “fin” (o al menos la última página) nunca llegue. Pero hay otros textos que van por el mundo con otras formas, con otros modales. También seducen pero transitarlos no resulta fácil. Nos invitan, sí, pero como una diva hollywoodense, lo hacen sólo para rechazarnos, para echarnos a empellones de sus páginas, como si no quisieran que estuviéramos allí. Quizás nosotros tampoco queremos estar allí, pero un cúmulo diverso de circunstancias nos hace insistir y abrimos el libro, releemos los renglones que ya habíamos leído tratando de retomar el hilo o un hilo o algún mínimo rastro de hilo, bufamos, enganchamos algo, el texto vuelve a expulsarnos con alguna de sus argucias y nos preguntamos por qué no podemos tener una relación diáfana con estos libros ásperos (pero también bellos) como cactus.
Y lo cierto es que, tal vez, las relaciones diáfanas no existen o si existen terminan siendo un gran y desangelado bostezo. Lo cierto es que, evidentemente, el libro bello y áspero nos ha interpelado. Nos ha preguntado algo que quizás nos molestaba o en lo que no queríamos reparar. Nos ha puesto en alguna encrucijada, como la que tendrán que enfrentar hache y bé, los protagonistas de el caso peralta o por hache o por bé de Mónica Rosenblum. Pero me atrevería a afirmar que el verdadero protagonista de este libro (al que me abstengo de hacer cuajar en cualquier categoría conocida o cognoscible) es su narrador, o mejor dicho, la voz narradora. Ella provoca la seducción y el rechazo, ella maneja los hilos que a veces cuesta tanto sostener o seguir. Una voz narradora que no es necesario adscribir a ningún género sexual en particular (lo mismo que a hache y a bé), pero que puede ser capaz de hacer trastabillar al lector más entrenado, mediante el sencillo expediente de poner todas las posibilidades sobre la mesa, o por lo menos una buena cantidad de ellas (y ya me estoy pareciendo peligrosamente a ella).
Cada vez que hablamos o que escribimos una frase, hasta la más simple, realizamos un proceso de selección sobre los ejes del sintagma y del paradigma. Los que han estudiado Letras, Comunicación y bandolerías afines saben de qué hablo. Puesto al nivel de doña Rosa, digamos que de entre todas las formas posibles para decir que pasó tal cosa, elijo una. La que me gusta más. En la que creo más. La que me parece que se va a entender mejor. Pero una. A lo sumo, elijo una y considero otra, pero el mismo lenguaje o, si se quiere, la entelequia de la comunicación, me constriñe a quedarme con una, porque si empiezo a considerar esta otra forma y aquella, la de más allá e incluso la de acullá, no sólo enloquece el hablante sino también quien lo escucha/lee. La comunicación (o la ilusión de comunicación) se opaca, se nubla, hay ruido blanco, tengo que volver atrás, releer, repensar, recalcular y así todo el tiempo. el caso peralta… lleva esta táctica a la exasperación y la convierte en su principio rector, por eso las palabras terminan siendo aliadas pero también enemigas: “ya dijimos muchas veces que no podemos detenernos en todo, ni en todas las preguntas ni en todas las respuestas ni en todas las verdades, ni tampoco todo viene al caso, aunque en el fondo sí, porque todo tiene que ver con todo…”.
Puesta en lenguaje del relativismo, cuestionamiento crítico de las frases hechas, de esas que decimos todos los días sin siquiera inmutarnos (como la más “obvia y burda y ridícula de todas” que es aquella de poner las manos en el fuego por alguien), exterminio y exaltación de la metáfora y la literalidad y sus posibilidades, y un texto cuyo discurrir continuo se ve acentuado por la espeluznante ausencia de mayúsculas a la vez que es interrumpido por llamadas (no siempre al pie, no siempre al caso) que a su vez remiten a otras llamadas o citan otros textos con la desprolijidad de quien toma unas notas rápidas y también por poemas (en el sentido de “textos en verso” pero me resisto, de nuevo, a categorizar) que pueden decir algo tan bello como “y lo peor de todo / es que en el infierno / uno / ni siquiera arde”, es apenas parte de lo que conforma el caso peralta…, uno de esos libros que vienen a sacudir la modorra espiritual en la que la engañosa diafanidad de los días nos puede hacer caer tantas veces.
SOLO TEMPESTAD
Sobre El caso peralta o por hache y por bé, por Macarena Moraña
A Mónica la conocí una noche húmeda. Ambas teníamos la misión de presentar el libro de un amigo. Me gustaron sus rulos, pero muchísimo más me gustó su voz. Tiempo después, desde la editorial Zindo&Gafuri, me enviaron su libro para comentarlo. Lo acepté disimulando que la poesía no es mi metier, tan encantada que estaba con la idea de llevar el libro a mis vacaciones. Él se llenó de arena e interrupciones, yo me llené de reflexiones, y mi cuaderno se plagó de ideas y digresiones. El temor a que me gustase menos que la voz de su autora me duró apenas unas líneas, dado que todo el tiempo la imaginé a ella leyéndomelo.
Nudo
El libro de Rosenblum no es un poemario en el sentido formal. Tampoco tiene un solo sentido y “formalidad” no es una palabra que lo represente. Es un libro que mezcla poemas, historias, citas e interpretaciones, que estira y explora y amasa el juego de utilizar el lenguaje, la herramienta por excelencia de los escritores. Pero cuando hablo de juego lejos estoy de querer evocar algo infantil pese al tono que la escritora propone desde el primer párrafo: “durante mucho tiempo fueron juntos por el mismo camino. a veces juntosjuntos y a veces juntos cada uno”. Porque creo que lo que aquí se propone es un juego adulto, profundo, que indaga en las expresiones de uso común desde y hasta su raíz, a las que también se cuestiona siguiendo una premisa enunciada por Hebe Uhart en su libro Clases de literatura: “Los lugares comunes se pueden trabajar”. La autora de “el caso peralta…” considera que esos lugares, que son como habitaciones, como espacios concretos, físicos, deben trabajarse para poder salirse de ellos, para cuestionarlos, para discutirlos. Muchas veces el lugar común tranquiliza, muchas otras, molesta. Rosenblum propone con ellos un juego aun más basto puesto que también bucea en lo no dicho, en lo que aun no se ha podido nombrar. No fuerza el lenguaje para jugar con él, deja/espera que el lenguaje se preste solito al juego que se le propone, aun con sus limitaciones, silencios y espacios vacíos, o quizás por ellos hasta que, de repente, hace aparecer un poema que viene a confesar, desde el arranque, la pérdida absoluta:
todo
lo perdí
“el caso peralta o por hace o por bé” es un libro al que hay que volver. Hay libros que se leen y libros que se releen. El de Mónica es de los segundos incluso la primera vez que se lo aborda.
La experimentación con el lenguaje y las acciones comunes en constante juicio y estudio, la incesante elucubración lingüística que parte de gestos y acciones aparentemente mínimas como “soltar la mano” o decirle a un otro “yo con vos no tengo nada más que hablar” me vuelven a la palabra juego, a la palabra desafío, a la palabra aventura. En paralelo, el libro da la posibilidad de ser leído de diferentes maneras: de corrido, solo los poemas, solo la historia vincular de Hache y Bé, o todo junto, lo cual provoca una sensación abrumadora que este párrafo ilustra con poética certeza: “qué lindo pensar que existe un lugar-momento-instancia o todo eso junto o parte de eso en el que uno puede, con otro, ponerse a ver si pueden ponerse a mano; y quizás tal vez ello los lleve, finalmente, a darse la mano; a con una mano en el corazón decirse verdades no necesariamente empalagosas; no necesariamente acuchillantes; como un lugar tregual, como un lugar neutral, en el que ya no hace falta ser quien uno no es, en el que está muy bien ser quien uno es y saber lo poco y/o mucho que se sabe”
Desenlace
La autora en su libro “el caso peralta o por hache o por bé” deshilacha los diálogos, las formas y las estructuras convencionales para entrelazar nuevamente los mismos hilos de un desbordado tratado sobre el lenguaje que es también la historia de amor de Hache y Bé –digo amor por decir una palabra, por elegir la más común, y acaso por contrariar a la autora- en este atípico poemario genuino y monstruoso, por su calidad de único, en el que desea de modo constante habitar los huecos, las preguntas, la búsqueda misma de su composición. Mónica Rosenbum hace trabajar al lector desde la conmoción, invitándolo a sobre-reflexionar acerca del uso de cada palabra, a riesgo de hacerlo enloquecer.
“Seguramente todo el arte es el resultado de uno haber estado en peligro, o de haber pasado una experiencia hasta el final, hasta donde ya no se puede ir más allá”
Rainer María Rilke, Cartas a un joven poeta
Macarena Moraña
El caso peralta o por hache y por bé / Video Juana Ramirez Emisora
“La linealidad me resulta artificial”, entrevista por Augusto Muraro
La cuestión del pellejo (2016) y el caso peralta o por hache y por bé (2015), ambos libros recientemente publicados por Mónica Rosenblum, ponen al lenguaje sobre la mesa de disección. Son obras únicas que tejen una construcción de voces improbables que se superponen en la más ordenada demencia, y, en cierta forma, delatan hasta la maravillosa ridiculez de cualquier discurso. Lo fantástico burlón, el sinsentido irónico, lo jocoso desestabilizante son, para nosotros, liberación. Ambos libros operan como obras abiertas, de búsqueda permanente. El encantamiento que produce su lectura, en consecuencia, es inigualable, ya que presiona la sintaxis de cada verso u oración al extremo, para lograr un salto semántico, resignificando la lengua.
Entrevista
Augusto Munaro [AM]: Tanto tu obra narrativa como poética pareciera ir contra el consenso. Es decir, se construye en la zona de la indefinición. Allí donde hay ambigüedad y confusión. La vacilación a cambio de la certeza en la comunicación. ¿Por qué te interesa experimentar con esos intersticios en particular?
Mónica Rosenblum [MR]: Naturalmente me siento atraída hacia esos espacios de vacilación. No sabría decir si es que mi escritura va contra el consenso; sí es cierto que esos intersticios que mencionás me resultan atractivos; creo que la escritura es un lugar en el que me resulta posible y a la vez interesante cuestionar algunas certezas. Tampoco es que me proponga deliberadamente esos cuestionamientos; muchas veces simplemente me suceden durante la escritura.
[AM]: En la cuestión del pellejo hacés un interesante cruce con el Génesis. ¿Por qué, ese libro del Antiguo Testamento y cómo trabajaste el tono para aquella serie que conforma: “Preguntas frecuentes para Caín”?
[MR]: Elegí el Génesis en particular, justamente, porque allí hay una conversación que siempre me generó perplejidad, desde que di con ella, hace unos treinta años aproximadamente: […] Entonces el Señor preguntó a Caín:”¿Dónde está tu hermano Abel?”. “No lo sé”, respondió Caín. “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?” […] (GÉNESIS 4:9). Este diálogo ―entre “El Señor”, quien, al ser omnipresente, no sólo sabe dónde está Abel, sino que, además, ha presenciado toda la escena, y Caín, quien responde que no sabe dónde está su hermano cuando acaba de matarlo y sabe, a su vez, que El Señor ve y sabe todo― fue el disparador de la serie Preguntas frecuentes para Caín; la sordera, la impunidad, la retórica de esta conversación no dejan de sorprenderme aún hoy. En relación al tono y también al ritmo de esa serie de la cuestión del pellejo, es algo que, de alguna manera, “vino dado”; surgió en mí como un ruido suave, como un murmullo primero que luego se asentó para quedarse. Una pregunta gatillaba la otra, y después todo ese oleaje se detenía, hasta la próxima serie de preguntas. En un principio fueron únicamente, preguntas para Caín. Más adelante surgieron también algunas para Abel y otras más para El Señor. Lo que fue más desafiante para mí fue el trabajo de preguntar desde la curiosidad, ir moldeando esa curiosidad que por momentos me desbordaba, el trabajo de despojar la curiosidad del juicio y el prejuicio.
[AM]: La cuestión del pellejo trata temas muy fuertes. La inocencia, el odio y la violencia. ¿Te considerás una persona religiosa?, ¿ves algún paralelismo entre poesía y sentimiento de religiosidad?
[MR]: No me considero una persona religiosa en los términos de las religiones ni de lo institucional que las representa; más bien al contrario: me indignan y espantan las aberraciones que en sus nombres se han cometido y se siguen cometiendo. Sí, cultivo un sentimiento de religiosidad, como vos decís, a través de una búsqueda espiritual de muchos años. Creo que esta ―la espiritual― es una de las dimensiones que nos abarcan, junto con la mental, la emocional y la física. El paralelismo en el que puedo pensar entre poesía y religiosidad es el de la palabra plena, la palabra que surge a partir del recogimiento profundo, a partir del silencio de ese recogimiento.
[AM]: También hay en vos un enfrentamiento muy marcado ―creo― entre escritura vs. oralidad. Sobre todo, se cristaliza mejor en el caso peralta o por hache y por bé ¿cómo fuiste escribiendo esa fluidez tan intensa, cuyo ritmo, recuerda bastante al monólogo interior?…
[MR]: Con el caso peralta… sucedió que “se me dictaba”; tanto así que hubo varias noches en las que me tuve que levantar a escribir. Fue una voz que, literalmente, me decía todo eso, a la que yo llamé durante un tiempo “la loca”. En los comienzos me asusté bastante. Por suerte tuve amigas y compañeras muy queridas que en ese momento estuvieron junto a mí alentándome a seguir; quienes, además, esperaban con muchas ganas las nuevas entregas. Y acá quiero mencionar a Romina Freschi y también a mis amigas y compañeras de Grupo Enjambre: Juana Peralta (es por ella que el libro se llama el caso peralta…), Juana Roggero, Teresa Elizalde y María Alicia Gutiérrez. Y con respecto a lo del monólogo interior, sí, creo que hay mucho de eso; o tal vez de permanentes conversaciones entre varias voces.
[AM]: Vuelvo a el caso peralta… Por un lado está la fábula, por el otro, vas armando el rico entramado a través de arborescentes notas al pie, que interpretan esa fábula… ¿Hay un modo en particular de leer el libro?, ¿un orden: abajo y arriba o viceversa? ¿por qué?
[MR]: En un principio yo lo concebí así tal cual como está ordenado: el texto del relato, las notas, luego más texto, más notas, en ese orden, que también por supuesto, incluye poemas y textos de otrxs autorxs. Pero luego, y sobre todo por comentarios de otras personas, entendí que también es posible leer primero todo el texto principal, por un lado, y las notas por el otro. Y de abajo hacia arriba jamás lo había pensado, pero podríamos probar, ¿no?
[AM]: Tampoco hay mayúsculas… ¿alguna razón por esta decisión?
[MR]: En general, en los últimos años, en mi escritura abandoné las mayúsculas. No la puntuación, pero sí las mayúsculas. Sé que tiene que ver con algo estético/visual, por un lado, y por otro, y en el caso peralta… en especial, con algo de la jerarquía, las minúsculas como una suerte de democratización en la hoja; como manifestar que no hay letras más importantes que otras, todas son iguales.
[AM]: En ciertos pasajes, hay una fuerte presencia de los espacios en blanco… ¿Qué papel juega aquí la metáfora espacial en la página?…
[MR]: Hay situaciones que no pueden nombrarse, y entonces el espacio en blanco es eso: la representación de lo innombrable; de ese silencio, y del respeto por esa imposibilidad; es hacerle un lugar tanto simbólico como concreto y real; no intentar llenarlo con nada que alivie ese vacío. Soportar el vacío. Si falta una palabra, si algo no se puede nombrar, es porque también falta en la lengua escrita. Entonces, que esa ausencia se note. Que la página de cuenta de eso. Es también dejar de asumir que todos los espacios de la página deben ser llenados.
[AM]: En ambos libros hay una voz que cuestiona lo real. Me refiero al peso glacial de las preguntas. Me gusta porque en tu propuesta no hay –en esencia- respuestas, sino planteamientos. Preguntas que incitan a más preguntas. ¿Lo ves como algo paradójico?
[MR]: Creo que no alcanzo a ver lo paradójico; sí las preguntas que incitan a más preguntas, y la voz que cuestiona también. A lo mejor las preguntas, hablo en general, y habría que ver en cada libro y en cada sección, se relacionan con el orden dado o establecido; son planteamientos en el sentido de que buscan comprender o a veces, como vos decís, cuestionar, lo que es, lo que hay, o la parte visible de lo real; o es como si buscaran captar más allá de lo visible “a los ojos”.
[AM]: Otra impronta en tu escritura es ese ir contra la linealidad, lo cual posibilita la interpretación de varios planos. Por cierto, Mónica, ¿la escritura es un espacio, pero también un tiempo?
[MR]: Sí, reconozco que, en general, la linealidad me resulta bastante artificial. Es que nada es tan lineal, ¿no? Y siempre hay varios planos en juego, así como varios tiempos: la separación entre pasado presente y futuro no es tan real; y, en un punto, la separación entre tiempo y espacio es arbitraria. Y pienso que sí: la escritura puede ser un tiempo y también puede ser un espacio. Y mientras yo te estoy diciendo esto ―porque sólo puedo decirte una cosa por vez― en lo invisible están sucediendo un montón de otras cosas, y, paralelamente, en mi mente y en mis emociones suceden un montón de otras, y otro tanto en el contexto inmediato y en el mediato.
[AM]: Leo un poema de la cuestión del pellejo: “nadie salva el pasado/ ni en el rebovinaje más puro/ en la tierra de todos/ donde todo se puede/ nadie salva el pellejo/ del otro/ aunque quiera” En poesía, ¿el precio de la certeza es la lucidez del desengaño?
[MR]: En ese poema que citás aparece la certeza de la imposibilidad de salvar a otrx. Pero no siempre la certeza va de la mano del desengaño, o del desgarro. A veces encontramos la certeza en la fuerza de un sentimiento como el amor, o de una cualidad como el coraje. Otras veces nos llega a través de la belleza de un pequeño gesto, o de la convicción de un principio; podemos encontrarla en el silencio de la contemplación, en el eco de una voz, en lo imprevisto de un encuentro. En otras palabras, si bien son pocas las instancias de certeza, no siempre son las que derivan de circunstancias dramáticas, por suerte.
[AM]: Nos cruzamos, no hace mucho en un evento en torno a Miguel Ángel Bustos. ¿Ves en su propuesta un momento culmine de la escritura?, ¿por qué?
[MR]: Sí, definitivamente. Miguel Ángel Bustos es para mí un poeta mayor, así con todas las letras; admiro mucho su escritura, la exquisitez de su lenguaje, su misticismo, su visión. Además, era un poeta muy original, y de una erudición única.
[AM]: ¿De qué modo pensás que tu licenciatura en Lingüística Inglesa e Historia Universal hayan permitido profundizar tu tarea escritural? ¿Y tu posgrado en Psicología Clínica?
[MR]: En general, pienso que todo lo que unx hace está presente de alguna manera en la escritura, ya sea que podamos identificar puntualmente esa manera o no. Y en particular, creo que, por ejemplo, El caso peralta o por hache y por bé es un libro que, en parte, se aboca a analizar algunas expresiones del lenguaje. Aunque también está atravesado por lo histórico y lo psicológico-filosófico; en otras palabras, creo que, aunque no te pueda señalar tan específicamente como en el caso peralta… la incidencia de mis estudios académicos, es claro que estoy atravesada por todas esas miradas; habrá veces en que eso se hace más perceptible que otras.
[AM]: ¿Qué autores te incitan a querer escribir?
[MR]: La verdad es que son unxs cuantxs lxs autorxs que me incitan a escribir. Pero en este momento elijo nombrar, especialmente, a mis compañeras de la colectiva Poetas por el Derecho al Aborto Legal. Juntas hemos publicado el libro Martes Verde, conformado por cincuenta y tres poemas que fueron leídos durante los martes en que se debatía el Proyecto de Ley en el Congreso. Y me encuentro, junto a estas compañeras, aprendiendo y comprendiendo otra dimensión de la poesía que tiene que ver con la acción y con lo comunitario; y si bien yo soy terapeuta comunitaria y estoy abocada a esa tarea, no había reparado antes en la posibilidad de generar un movimiento así desde y con la poesía, y es por eso que hoy, como te decía, me surge prestar especial atención a estas voces.
[AM]: Por cierto, ¿te encontrás escribiendo algún nuevo libro?
[MR]: Sí, me encuentro en un nuevo proyecto, por ahora en la parte de lectura caótica e investigación, así que no hay mucho que pueda contar, todavía no tiene una forma clara. Sin pausa, pero sin apuros, confío en que ya se plasmará.
*(Bolivia, 1960). Poeta y licenciada en Lingüística inglesa e Historia universal, con posgrado en Psicología clínica / Orientación sistémica. En la actualidad, se desempeña como psicoterapeuta y consteladora familiar. Ha publicado en poesía Ultima Piedra (2002), Umbral (2008), Mantra de palo (2009), verde va con fucsia (2012) y la cuestión del pellejo (2016). Su poema “El hexafluoruro de uranio” fue musicalizado por Cecilia Gauna en el CD Non Stop (2006).
Mónica Rosenblum