Buenos Aires - 2018
66 páginas / 14 x 20
ISBN 978-987-3760-82-2
… … … .
un teléfono sonando
y algunos mensajes
en el contestador
la línea
a tu nombre
requiere un código
pero
siguen llamando
y preguntan por vos
no hay modo de
explicar de forma
agradable
la situación
es preciso
dar de baja
el servicio
o inventar historias
que te mudaste a Perú
que fuiste al mercado
que te fugaste con tu amante
que no querés atender
a nadie
o bien
que te moriste una noche
desangrada en el geriátrico
es preciso
eventualmente
dar de baja
el servicio
PRESENTACION, por Mariano Massone
¿De quién son las cosas de un ausente? ¿Cómo se constituye “la gramática de la propiedad” cuando el otro ni siquiera puede nombrar? Se besa el cuerpo frío, la sangre congelada y fuera de circulación. Las cosas convocan recuerdos, son una provocación a su forma de nombrarlas. De nuevo lo inaccesible, el resto, la separación enigmática y descentrada, fracturada, entre lo que se dice y lo que es. Es decir, los libros, la lectura sobre ellos, y las marcas de lectura en ellos.
“Escribir la lectura” de Roland Barthes nos demostró cómo proceder ante la lectura ralentada de Sarrasine de Honore de Balzac en su libro S/Z: Esas marcas que se dejan en los libros y que son enigmas incompletos de un posar los ojos sobre las hojas. “Nada de tinta/ jamás” dice Caro. El respeto al libro en su lectura de lápiz y no de lapicera. Otra forma de mostrar el respeto a los objetos. Patografías, diría Héctor: escribir con el cuerpo y leer con el lápiz.
El lenguaje, de este modo, es una experiencia de la pérdida El decir ahueca algo al abismo (¿las cosas, tal vez?). La “desaparición” es el sonido de un cuerpo que no está ahí, el espacio vacío. Decir “tengo” es entrar en el espacio inabordable de la propiedad, dejar el expresar sinuoso, el rodeo del lenguaje. No tengo nada. Todo lo sólido se desvanece en el aire. Y el beso en el cuerpo frío como la forma de enfrentar el muerto.
TEXTO LEIDO en la presentación del libro, en La Sede, el viernes 13/7 del 2018.
Selección de poemas, por Gustavo Yuste para La primera piedra
1 –
Poder decir tengo
como si fuera solamente
un verbo, una palabra, un sonido
y no la sustancia misma
de un abismo
léxico
2 –
Darme cuenta
que nunca volverá
a sonar tu nombre
o más bien
que podré decirlo
una y mil veces
pero
no ya
decírtelo
invocar el sonido
que eras y no eras vos
me resisto a coser un manto
para tu cofre
sé que ahí
adentro
hay gusanos
que te comen
no quiero depositar
ni cobijar
nada de tu desaparición
Toda poesía es duelo
incluso el de una misma
3 –
Queda a veces
un teléfono sonando
y algunos mensajes
en el contestador
la línea a tu nombre
requiere un código
pero
siguen llamando
y preguntan por vos
no hay modo de
explicar de forma
agradable la situación
es preciso
dar de baja
el servicio
o inventar hitorias
que te mudaste a Perú
que fuiste al mercado
que te fugaste con tu amante
que no querés atender
a nadie
o bien
que te moriste una noche
desangrada en el geriátrico
es preciso
eventualmente
dar de baja
el servicio
4 –
Le digo ‘descansá’
y quiero decir que descanse
que duerma
que respire
que vea espacios
distintos
una casa con flores
un sillón de mimbre
un bidet azul
Quiero decir
‘descansá’
como una orden
‘soltá’
como un presagio
‘andá’
como un destino
Pero solo pronuncio
respiro al oído
te quiero, portate bien
Debería
decirle
sin embargo
lo imposible.
5 –
Hay que dejar
de escribir
cuando crujen
los huesos
los cielos
cuando
el poema
quiera
decir
al fin
adiós
en LA PRIMERA PIEDRA/sept 2018
“Desafío a lo imposible”, por Felipe Benegas Lynch para Boca de Sapo
Envejecer es difícil. Esa parece ser la premisa de la que parte Enfrentar al muerto. Y es una premisa aceptada y aprendida con dolor.
El muerto no es el resto físico de quien ya no está; el muerto son las palabras, los gestos, los objetos, la memoria: todo aquello que se iba volviendo resto en el proceso de envejecer. De alguna manera envecejer es volverse resto y de a poco empezar a no ser en un mundo que se va desmoronando a fuerza de internaciones, geriátricos y camas extrañas:
No importa ya
en qué momento
el cuerpo se vuelve resto
o tal vez el resto
sea
no el cuerpo
no la carne
sino
todo eso
que queda
o solo eso
que queda
lo que atraviesa
las leyes físicas
las leyes químicas
las leyes cuánticas
de la impenetrabilidad
de los cuerpos (46)
Enfrentar al muerto es una forma de enfrentar al lenguaje de la muerte, “lo imposible” (38) de decir. Y sin embargo decimos y tratamos de nombrar eso que escapa.
“Toda poesía es duelo” reza el epígrafe del texto. Bartalini despliega amorosamente los restos del duelo de una muerte cercana que perdura y se resignifica en las palabras. Como la bailarina dentro de la botella de Ginebra Bols, que “giró ayer en la tarde cuando buscaba algo entre mis cajas y tus cajas” (31), el lenguaje poético habilita un movimiento inesperado en las palabras que desafía esas leyes “físicas, químicas, cuánticas”.
Ahí donde las “cajas” se confunden, el duelo es también un desafío a lo imposible: un espacio para abrazar y agradecer más allá de la distancia.
Enfrentar al muerto, de Carolina Bartalini. Buenos Aires, Zindo & Gafuri, 2018, 66 páginas.
RESEÑAS BOCA DE SAPO, noviembre 2018