Buenos Aires - 2015
48 páginas / 14 x 20
ISBN 978-987-3760-17-4
Cinco
Anís estrellado contra mi corazón.
La vida juega con las formas
nosotros somos nuestro propio accidente.
.
Estoy de viaje. Llueve. Lentamente. Y se derraman las connotaciones. Es el apogeo de la primavera y los brotes relucen. De alguna manera siento como si estuviera en casa. No voy de paseo porque prometí recoger las semillas de Illicium verum, que abre sus flores en esta estación. Ellas ofrecen la esencia para un poderoso remedio. Beber su infusión a diario aumenta la clarividencia y permite percibir acontecimientos futuros. Aunque esta vez creo intuir el pulso de las cosas.
Logosario, por Noelia Casais
En 2015, actualidad, Juliana Bonacci, de la mano de Zindo y Gafuri, puso al alcance de cualquiera un poemario dedicado a Luisa, su abuela. Y lo llamó Herbario, desplegando desde el título nociones y acepciones apoyadas en la nomeclatura popular y académica de miles de especies amorosas, milenarias, que -aunque ustedes no lo crean- nos rodean; y las dejó enlazadas por el hilo dorado de sus aplicaciones.
Al abrirlo podemos encontrar lo que yo llamaría un logosario,es decir, un libro cuyas flores y frutos aparecen combinados en forma de recetas sobre la parte superior de cada hoja, mientras que debajo, a la altura de la raíz, juega la prosa exquisita y permeable que los nutre de esa sabiduría ancestral, visible sobre todo para poetas y nietas.
“El Trifolium Pratense es una famosa hierba de hojas trifolioladas y florecillas rojas, rosadas, blancas o amarillas. Si miro hacia abajo veo que crecen sin problema (cerca de las ortigas, del diente de león, o de las minúsculas verónicas) en cualquier superficie. Después de comer los de flor blanca uno se siente más cerca de la tierra y del sol.”
Uso esta cita para graficar la forma en que Juliana nos invita a mirar y me parece tan preciosa que no puedo evitar salir al parque a sentirme verdadera. Y cuando digo logos quiero decir que, “en el principio”, la palabra como herramienta divina consistía en eso.
Ella escribe versos que resultan medicina. Ir leyendo este Herbario constituye un proceso que implica sanación y dura exactamente 32 poemas, cada cual con su glosario.
En ellos, por ejemplo…
“Se aconseja dormir sobre un
colchón de suaves manzanillas
para volver a enamorarse”
O se explica también, entre paréntesis, que…
“(Donde hay olor hay un agente químico natural
compuesto por átomos que vibran en determinada frecuencia
y llevan igual que yo una vida pequeñita.
¿Y donde hay dolor?)”
Pero lo que viene al caso es que la autora sintetiza la visión elemental de la poesía a la vez que amplía nuestra misteriosa cosmovisión occidental incluso en cada acento, en cada coma.
Los lectores merecen este libro desde tiempo inmemorial.
Botánica oculta, por Carlos Schilling en La voz
Las plantas, sus jugos, sus infusiones, sus propiedades purgativas, curativas, reales o simbólicas, transforman al poema en una especie de ritual. Más que delinear una emoción o una idea definida, lo que hacen los versos es describir una práctica, un procedimiento minucioso, que tiene la forma y la fuerza de un conjuro. Y esa simple descripción, en la que convergen algo así como los poderes de una maravillosa superstición, resulta poética en sí misma: “Cuando el sol está en su cenit/ arrojo flechas de artemisa/ hacia los rumbos posibles/ de la rosa de los vientos./ Así protejo mi casa”.
Una particularidad de Herbario es que los poemas (por lo general, breves) son acompañados en el margen inferior de las páginas por anotaciones en prosa en las que figuran los nombres científicos de las plantas (ese latín de ensueño de la nomenclatura botánica), y que pueden materializarse en citas, breves relatos, confesiones autobiográficas, anécdotas, comentarios, leyendas, definiciones, etcétera. Lo que podría describirse como entradas en el diario íntimo de una alquimista.
La combinación o complementación de ambos tipos de textos genera una materia preciosa, como envuelta en un aura extraída de un mundo paralelo, un mundo fantástico, regido no por leyes de causa y efecto, ni por curvas de normalidad estadística, sino por el misterio de la simpatía universal. Un mundo cambiante, inestable, atravesado por vibraciones invisibles, sometido a la gravedad variable de las influencias y las sincronicidades. Un mundo donde, por ejemplo, “Se aconseja dormir sobre un/ colchón de suaves manzanillas/ para volver a enamorarse”.
Tal vez la mejor forma de describir este hermoso libro de Juliana Bonacci, tan singular, tan distinto, y a la vez tan vinculado con una tradición milenaria, es citando completo el segundo poema: “Busco plantas sagradas/ en las que veo cada día./ Hojitas de albahaca/ ramitas de helecho y/ flores de hibisco./ Dejo que se sequen y tomo/ solo una cucharada de cada una/ para hacer una tinta con la que/ escribo el poema que recorre/ mis nervaduras y llega/ al margen del sentido”.
Herbario, en Telares de intemperie
Diario de la magia
Es mundo vegetal que vemos tranquilo, tan resignado,
en que todo parece aceptación, silencio obediencia,
recogimiento, es por el contrario aquel en que
la rebelión contra el destino es la más vehemente y obstinada.
Maurice Maeterlinck (La inteligencia de las flores)
Me acaba de llegar un libro de poemas, tiene tapas de tela blanca y bordado sobre la tensa superficie: Herbario Juliana Bonacci, más abajo una flor de tres pétalos. El punto del bordado parece una cadena que se extiende como enredaderas, el hilo es verde y todo anuncia un jardín. La edición del libro es tan preciosa que pensé sería su único ejemplar, que por una confusa y alegre coincidencia sólo yo podía asegurar su existencia. Treinta y dos poemas y treinta dos prosas paralelas conforman su interior, Juliana escribe dos voces que se reúnen o se alejan según cambien los humores o los sentimientos. Un macro mundo, el de los poemas, donde los augurios florales tejen el destino, el amor, lo que va y viene, el viento y la tristeza. Debajo de cada poema una prosa científico-literaria, mágica, ordena esas pasiones, las descubre y las protege. Visualmente podría decir que los textos inferiores son la tierra y los poemas plantas que de allí nacen, sus hojas, tallos y flores.
La voz de ella, de Juliana, imita los diagramas vegetales, los acompaña en los movimientos de las estaciones, juega a que es y no es, como Heráclito en el río, parte de su jardín inventado. Percibo la ensoñación de su deseo como sí intuyera, en tramas de pétalos lejanos, su inhóspita pertenencia al mundo humano. Las flores, nos desnudan frente a la enigmática existencia de lo que hay ¿de dónde han aparecido esos olores extraños que ellas evaporan? ¿Cómo llegaron a sanar el horror de un mundo que se apaga cada noche?
Las floraciones, las semillas, las raíces y el sol que alumbra, necesitan una dedicación especial, como Minerva paciente Juliana describe los hechizos de primavera y la estación del hielo. Conoce lo ciclos, las palabras que las despiertan, los significados entre el sueño y la realidad, lo que vemos y lo que finalmente existe. Guarda en su Herbario un secreto milenario y extranjero, una multitud de ilusiones diagonales a la zozobra del trabajo y el mercado. Anuda Juliana el pasado con el espacio y resulta la visión de un mapa único, donde lo que crece habla la voz del misterio.
Una tradición de naturalezas literarias ampara su Herbario, las barrocas praderas Marosa Di Giorgio, la enigmática mirada de Clarise Lispector, el imaginario de Arnaldo Calveyra, los ríos vegetales de Juan L. Ortiz, las formas precisas de Circe Maia. En esas constelaciones alumbra y crece, único y singular, el delicado Herbario.
Poeta, performer, Comunicadora social y editora. Coordina talleres de escritura poética y performática de manera presencial y on line. Publicó los poemarios Hebras y lluvia (Dínamo poético. 2012) y Herbario (Z&G 2015) Ciertas partículas del mundo (Dínamo poético. 2017)
Actualmente dicta un Taller de Búsquedas Poéticas on line: albaluminosa2002@yahoo.com.ar