Manila

patricio grinberg

 

 

Buenos Aires - 2010

112 páginas / 14 x 20

ISBN 978-987-26279-1-1

 

algo /// llevaba bolsas, llovió, había un taxi /// recuerda las flores de las sábanas, desvestirse pensando en la forma de la sombra que su cuerpo proyectaba sobre el piso y la pared /// extrañamente

 

verdes los azulejos del baño ///  adornos, ventanas y edificios, cuatro segundos cerrando cada dirección /// decirlo descuido, recurso del cuerpo /// celeste una virgen ilustra /// sin ser Manila, inminente futuro ahí

 
Sobre Manila, por Alejandra Pultrone

«Es pues el juego reservado al pensamiento y al arte donde ya no

hay sino victorias para los que han sabido jugar, es decir, afirmar y

ramificar el azar, en lugar de dividirlo para dominarlo, para

apostar, para ganar»

Lógica del sentido, Giles Deleuze

Leer Manila es ir al encuentro de tres libros.

Llamarlos Manila es parte del  juego  victorioso  al que Grinberg convoca.


I

Tener sólo restos, ser lo que resta después de mucho esperar

¿Cómo se construye un recuerdo? ¿Cómo se ciñe y se agota?

“sinuosa su sombra cuida el espacio, lo deja, deja residuos de sentido sin ninguna propiedad.”

Recordar es la acción que una voz puede sostener.

Los poemas de Fedra  alojan el rapto de una escena de la que sólo sobreviven  pequeños recortes,  desechos, como esos objetos que flotan en el mar, después de un naufragio.

Grinberg construye una memoria sin centro donde sólo caben los restos de cierta geografía íntima desplegada en un gesto MoebiusManila es- ventanas adentro-  tazas, baldosas, azulejos, una mujer. Algo. La profusa enumeración de una insistencia.

Ventanas afuera, el mito dibuja una ciudad sensual y lejana que la mirada abarca. Aquí siempre es posible diseminar un poco más, llevar el mínimo hasta su exceso.

II

La impresión del agua

En Drop, se agrega un deseo que exhibe sus  señas particulares: hay masculino, hay mujer. La frontera  existe .Agua y superficie. De un lado y del otro, la seducción y los cuerpos se reparten al ritmo de lo que no ocurrirá:


“abandona la revista y se dirige a la pileta, sin que nadie

venga después, sólo coincide, definido por ausente”

Un yo puede escribirse si es del lado del miedo. Desorienta tiempo y espacio:

“Y el miedo justo antes, ahora de pronto lejos, dice yo y
la pileta, dice cualquier cosa intentando que la voz se pierda en su descuido.”

Grinberg  deja en evidencia que no alcanza con decir para que la voz permanezca,  se puede – algunas veces- acompañar la mera simulación de su posibilidad.


“ habla como si pudiera

Pierde intensidad, se reduce la voz y se vacía

En el aire el habla de todos”


III

Lo que hubiera querido decir, lo que antes decía

Los poemas reunidos en Huye cierran el tríptico Manila.

Fotos de un encuentro que se derrumba.

Final que se disemina en gestos ya vacíos: los desechos como construcción de la memoria que podían leerse en el inicio del poemario, adquieren otra dimensión, irrumpen desgastados.

 “su manera de aburrirse, de espaldas casi a la mirada

que  después anula, su desprecio ahora dejándose a

mirada, hacia cualquier lado, ella en cada foto

sólo para ocupar un espacio”

darse a falta

Grinberg ofrece poéticamente la huida de una lengua amorosa de sus lugares comunes, el extrañamiento que ingresa cuando la voz se aleja definitivamente de aquello que creyó conocer.

IV

Dijo Manila

Cuando  leí Manila – por primera vez-  pensé en diapositivas, aquella modernidad fotográfica de los sesenta donde el deslizamiento era parte del simulacro y la oscuridad una necesidad para la mirada.

En el ruido que acompañaba  cada intervalo entre las imágenes.

Y el calor.

El proyector siempre exudaba un aire cálido.

patricio grinberg

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