Aspiro a la imposibilidad: quisiera escribir un no–prólogo. Estaspalabras aparecen física y tal vez temporalmente (lo último sólo sieliges leer el libro de principio a fin) antes de los ensayos quecomponen elManual para destinos defraudados, de Anne Boyer,traducido por Adalber Salas Hernández, lo cual les hace, pordefinición, un prólogo. Diga lo que diga, prólogo será. Ni modo.Pero no quiero que sea el tipo de prólogo que explique nada. ¿Porqué no? Por solidaridad y por admiración. Porque los textos de estelibro también son, en palabras de su traductor, antitextos. Porqueempiezan diciendono. Porque están hechos de refutaciones y deresistencias. Son “porosos, híbridos”, dice Salas; no se mueven comoensayos. ¿Cómo se mueven? No sé. Ensayan.
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Elno(y así, “No”, se llama el primer ensayo del conjunto, recurriendoen todos los siguientes, permeándolos) de Anne Boyer no es unnopasivo, indiferente. Es el no de las protestas, las huelgas, las huidas,las revueltas, las represalias, lossilencios colectivos cuando lospoderes hegemónicos exigen el asentimiento al unísono. “De lado, escomo un mantra al revés”, dice Boyer. Más adelante: “Hay muchoespacio para el sentido adentro de un ‘no’ pronunciado bajo la lógicatremenda de un orden mundial rechazado”. Hay mucho espacio paraun sí. No elsíincesante, despiadado, obligatorio, capitalista, sinosolidario, rebelde, vital–no a pesar del no sino justamente por él–.
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La nostalgia no es igual que el amor. La nostalgia distorsiona todo loque toca. Toca las ruinas de Kansas City, “con sus espacios baratos ysu anarquía barata”. Toca el amor romántico. Toca el objeto delamor, que no es un objeto. La cara del ser amado cuando se lenormaliza la expresión de sorpresa en ella. Los libros mismos (“loslibros arruinaron mi vida y los amo”). El aburrimiento. El sufrimientofísico. La maternidad.Di no a la nostalgia, se podría llamar este libro.
Un estudio no comprensivo de todo lo que se mercantiliza, también sepodría llamar. Porque casi todo se mercantiliza, es lo que Boyerparece decir. El cuerpo. El lenguaje. La vida interior. Porque laspreguntas que definen el arte, o el bienestar humano, son preguntaseconómicas, al final. Y al principio. ¿Quién tiene el derecho de crear?¿Bajo qué condiciones? ¿Cómo se le asigna un valor a lo creado?Boyer retrata, eléctricamente, al cuerpo enfermo como otracategoría de trabajador: un engranaje harto productivo dentro delsistema capitalista. Un fiel comprador, una válvula de ganancias. Unprofesionaldel dolor. Un deudor por excelencia.
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LeíManual para destinos defraudados, y escribo estas palabras,durante una pandemia global. Quién sabe cuánto9tiempo tendráque pasar para que esa frase, este contexto, deje de ser nuestropresente. “El daño vaa llegar”, escribe Boyer: “nunca deja dehacerlo”. Siempre iba a llegar, nunca iba a dejar de hacerlo: perocómo ha relucido ese hecho últimamente, qué escala más planetariaha encarnado para acompañarnos. El daño es omnipresente, mas noigual. La salud, nos recuerda Boyer, también está determinada por elcapitalismo: por lo que estamos en condiciones de comprar,conseguir, negociar, no sólo en la implosión de la crisis sino desdeantes, desde siempre.
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Nada, nadie, es inmune. “Quizá sea mejor permitirse sentir el dañoque no sentirlo”, sugiere Boyer, “porque el daño también puede sercomo un artículo en la enciclopedia de lo que todavía no fue escritopero lo que es importante saber”. La lectura es una experienciaencarnada, y en la mía–mi lectura, miencarnación–hay miedo.¿Sabes? Leo el manual de Boyer, que por supuesto es un no manual,con una sed de información, de sabiduría, para lo que venga.Cuéntame más de esta enciclopedia para que sepa qué hacer cuandoel daño llegue.
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Todo arte tiene quever, de alguna manera u otra, con una búsquedade libertad. Y la libertad es siempre una ilusión, pues estamos sujetosa infinitas cosas que nos la impiden: para empezar, el capital, eltrabajo y el tiempo. (Y, claro está, vivimos sus opresiones de manerasdistintas y a grados distintos; nuestras realidades racializadas,socioecónomicas, de género, son muchas y desiguales.) En todo caso,la buscamos. Escribir–poesía, ensayos, poemas ensayísticos,10
Ensayos poemescos–, si bien no queda fuera del mercado ysusimposiciones, por lo menos elude sus linealidades más normativas. ABoyer no le interesa el lenguaje preenvasado. El suyo es fiel a suspropias lógicas, sus propios ritmos, y defienden su propio derecho decambiar.A Handbook of Disappointed Fate, deAnne Boyer, es un librosubversivo. También lo esManual para destinos defraudados, deAdalber Salas Hernández, en el sentido de que todo libro traducidoesde su traductor. La prosa de Boyer bulle de enigmas y desvíos, dedistorsiones sintácticas, de neologismos; también la traducción deSalas, no por “reproducir” los originales, sino por abordar susenigmas, descifrarlos y llegar a generar una sinuosidad, unasecuencia de misterios igual de vivos y filosos en castellano.Así la búsqueda de libertad dentro de las restricciones inevitables; asísu parecido más cercano.Así elnoque no ve al “original” como un bloque estático queduplicar, sino un desafío con que entablar una complicidadgenerativa.
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La traducción no es un acto de nostalgia, sino de amor. El Manual para destinos defraudadoses una traducción delnoqueheredará la tierra. O no. Pero vivirá en ella, lo cual importa más.
Robin Myers (2021)